La familia. ¿Verdugos o Maestros?

A menudo, nos vemos atrapados en situaciones familiares que nos provocan malestar. Es como si repitiéramos siempre las mismas situaciones que tanto nos hacen daño a todos y nos vemos incapaces de salir de esos bucles emocionales. Literalmente, así es. Entendamos que en la infancia, el niño tiene un microuniverso que es la familia. Para el niño, este pequeño mundo es todo lo que tiene. En él, están sus progenitores, sus referentes, sus compañeros de juego, sus maestros y aprendices, su pertenencia, su identidad, etc… Un sin fin de valores que en la infancia aprendemos a través de las experiencias familiares. El cerebro asimila y aprende más información en los cinco primeros años que en el resto de su vida. En esta etapa, construimos toda nuestra percepción del entorno y todo nuestro pensamiento se sustentará en estas maneras de percibir. Por tanto, esta etapa de nuestra vida es la que determinará en gran medida cómo vamos a pensar y percibir el mundo de adultos. Cuando hay traumas en la infancia o conflictos no resueltos, nuestra biología guarda esta información hasta que encuentre una solución satisfactoria. Esto significa que proyectará esta «información no resuelta» en nuestra vida de adultos para que nosotros aportemos una solución diferente.Figura-Hombre-Creativo

Es importante comprender antes de continuar, que debemos asumir que todo lo que nos ha ocurrido ha ocurrido por alguna razón y propósito. Es decir, tanto si hemos tenido una infancia feliz o traumática, aceptemos que ha sido así para proporcionarnos los actores y las situaciones necesarias que nos hagan aprender las lecciones que hemos venido aprender. Esta comprensión lleva implícita la certeza de que el universo no se equivoca y que nunca se nos da más de lo que nosotros podemos solucionar. De tal manera es, que cuando no lo vemos así y preferimos juzgar y aferrarnos a la creencia de que mi padre es el culpable o mi madre es muy mala porque me quiso abortar, en realidad lo que estamos haciendo no es juzgar a un padre o una madre, sino cuestionar al universo y aceptar que el universo se equivoca y que nosotros estamos en lo cierto. Esto ocurre con mucha frecuencia y lo hacemos sin ser conscientes de las implicaciones que tiene culpar a los demás. Cojamos el paradigma de la madurez y hagamos las preguntas correctas para encontrar qué propósito tienen estos enredos familiares.

Si la información que acumulamos en los años de la infancia constituye nuestra base mental y emocional, entonces tiene sentido pensar que lo que vivamos de pequeños, de una manera u otra, lo vamos a proyectar en nuestra vida de adultos. Seamos conscientes de las implicaciones que tiene esto. Por poner un ejemplo, imaginemos que un hermano te quitaba el pan de la comida cuando eráis pequeños. De mayor, cada vez que te sientes a una mesa a comer con personas que para tu inconsciente puedan ser ese hermano simbólico, tendrás la sensación de la amenaza constantemente y no sabrás porqué a menos que hagas esta relación. Generalmente, luchamos contra esa sensación y aplicamos respuestas como comer rápido para que no me lo quiten o comer solo. Llegaremos al punto de creer que soy yo el que elige comer solo porque me gusta y nos definiremos así, con esta creencia, cuando en realidad lo que sucede es que el inconsciente biológico está aplicando una solución a un anclaje que tuvimos en la infancia. Nuestra tarea consiste en hacer esa relación a través de los síntomas que presento en mi presente. Si observamos lo que nos sucede, cómo nos sentimos y nos preguntamos qué sentido biológico puede tener una situación determinada, encontraremos el anclaje que tuvimos en la infancia sin mayor dificultad. La clave, la observación y la honestidad con uno mismo. El simple hecho de observar, moviliza al inconsciente para que tu obtengas la información necesaria. No olvidemos que nuestra biología solo busca una solución satisfactoria, por tanto, sería muy torpe creer que alguien es culpable de algo. Con la culpa, solo reafirmamos nuestras carencias y nuestro inconsciente entenderá que hay motivos para tener conflictos.

Debemos mirar a la familia como aquellas personas que nos muestran nuestra manera de pensar y de percibir, como los figurantes de ese microuniverso, pues viéndolos de este modo, veremos aquellas cosas de nosotros que por nosotros mismos no podemos ver. A cada instante, decidimos si ellos son verdugos o maestros de nuestra realidad. Y antes de hacer cualquier valoración entendamos algo tan simple cómo básico:

La familia es nuestro núcleo primigenio. Todas las personas que forman mi árbol genealógico dan testimonio de mi verdaderaimages (82) identidad. Yo, reconozco que no me he creado a mí mismo, por tanto, no puedo saber qué propósito tiene mi vida a menos que observe. Y observar implica no juzgar. El que observa, comprende que gracias a todos los antepasados, nosotros estamos aquí.
Por tanto, juzgarlos a ellos como buenos o malos, o como culpables de nuestra sintomatología, solo es juzgar una parte de sí mismo. Con esta comprensión, uno no puede más que sentir gratitud porque ellos, con todas sus historias sin resolver, sus malas decisiones, sus secretos, sus carencias, etc… son los responsables de que tú estés vivo. Esto es algo que no admite duda y que clarifica cuál debe ser el punto de partida.

Gracias a la BioNeuroEmoción, podemos tirar de ese hilo y comprender qué programas inconscientes hay detrás de cada miembro del clan y comprender los valores por los que se mueve esa persona y sus actitudes y creencias. Resulta hermoso encontrar el verdadero motivo por el que hacemos las cosas y, sobre todo, integrar el sentido biológico como respuesta a esas situaciones que no han sido resueltas satisfactoriamente. En consulta puedo ver constantemente como las madres, conscientemente, quieren formar una familia, pero inconscientemente llevan una información que puede decir algo así como «tener hijos es una carga» o «los hombres no protegen», y esta es la razón por la que acumulan un sentimiento profundo de injusticia y frustración que reflejan en críticas y culpas hacia los hijos o el marido. Luego, cuando se estudia el árbol genealógico y se comprende qué infancia tuvo esta mujer, en qué estado estaba su madre cuando estaba embarazada de ella, si fue deseada o no, etc…. todo encaja. Si la abuela fue una mujer que tuvo doce hijos y lo vivió en silencio, es muy normal que esta mujer experimente ese rencor inconsciente hacia la familia. En los hombres, el rol más común, suele ser el de no poder proteger, no saber cuidar o no ser capaz de ser el cabeza de familia, en términos biológicos, el líder del clan. Hay muchas historias de nuestros antepasados de sumisión y doblegamiento, especialmente, en países como España que vivieron una guerra civil con infinidad de impactos emocionales no resueltos. Esos impactos, o si se prefiere, esa información, está presente en las generaciones de hoy, en sus inconscientes, esperando a ser escuchadas y perdonadas. Pero claro, ¿cómo darse cuenta de esto si preferimos tener razón? Nuestra razón nos dice que es un hermano, una madre o un padre ausente la causa de mi conflicto, pero ahora que podemos ver un poco más allá, ¿en verdad es así?.

Propongamos una nueva manera de entender la realidad con respecto a la familia. Primero de todo, aceptar que nadie es culpable de nada. Sin embargo, todos somos responsables de cómo percibir lo que nos sucede, es decir, verdugos o maestros, cargas u honores, enfermedades o retos. Todos tenemos esta capacidad que, al fin y al cabo, es la capacidad de trascender el juicio y ver las cosas como son. En la familia están nuestros mejores maestros, nuestra verdadera identidad, nuestros triunfos o fracasos, nuestros talentos y dones, nuestras capacidades, etc…  Ellos son los portadores de toda la información inconsciente que se proyecta en nuestra vida. Nuestra mejor herramienta es la coherencia. Sobra decir, que no se trata de ser el bueno, sino de conocerse a uno mismo. A veces hay que renunciar a la familia para sanar. Otras, hay que reencontrarse con ellos. Sea lo que sea, debemos estar dispuestos a renunciar puesto que es la única manera de romper con lealtades llenas de toxicidad emocional. Miremos por un momento a nuestra familia como un sistema donde cada uno de los miembros tiene la información de todo el sistema y somatiza o «resuena» con una información específica. Cada familia tiene su historia, pero en términos biológicos, la mayoría de los conflictos son por las mismas razones. Analicemos por encima cuales son los roles de cada uno.

«Hasta que las sombras inconscientes no se hagan conscientes, tus sombras dominarán tu vida y tú lo llamarás destino» Carl G. Jung

El padre.- El padre es el líder del clan. Su misión es proteger a la madre y a los hijos. Sin su protección, la madre no puede proteger a los hijos. El padre, es el encargado de delimitar el territorio, marcarlo y cuidar de que ninguna amenaza lo cruce. Cuando los hijos cumplen cinco o seis años, el rol paterno es fundamental. Papá es el que enseña a los hijos a caminar por la vida, a cazar (simbólicamente), a ser coherente y mantener el orden. El padre es el referente de la autoridad, el del clan en su definición mas pura. Lo vemos en el apellido, en las profesiones, etc… En algunos estudios se demuestra que el amor del padre es el amor condicional dado que es él el que espera que los hijos continúen con su legado. Culturalmente es así, aunque es un tema que admite discusión. Cuando el padre no confía en sí mismo, los hijos, especialmente los varones, se convierten en posibles enemigos dado que perciben que pueden quitarles el liderazgo. Muchos padres, castran a sus hijos de muchas formas muy sutiles porque no asumen y solucionan sus propios miedos. Existen muchas patologías que los hijos presentan de adultos por este conflicto.

La madre.- Arquetípicamente, la madre es la del amor incondicional. Sin su protección, el bebé está perdido en los primeros años de vida. Es la que enseña a los hijos lo que es el verdadero amor, por tanto, es lógico pensar que cuando la madre no es coherente consigo misma, los hijos experimentan mucha culpa inconsciente ante los placeres de la vida. La madre es la del calor del hogar, la que organiza el territorio. Marca los tiempos de las comidas y demás tareas. Por eso, el cerebro femenino, tiene desarrollada la memoria temporal donde el masculino es la memoria espacial (caza).images (58)

Los colaterales.- Se considera colaterales a los hermanos, primos, etc… Es decir, a aquellos que están en la misma generación. Éstos son los compañeros de juego en la infancia, los que harán desarrollar las capacidades de relación, de liderazgo o utilidad. Te dicen cual es tu lugar dentro de un grupo. El primer hijo, por ejemplo, suele tener el síndrome de la parentalización, es decir, cuida del resto de la familia porque siente esa responsabilidad. Cuando hay una separación de los padres suele ser él el que asume el rol de líder del clan y la madre se apoya inconscientemente sobre él. El último hijo suele ser el que se siente abandonado, sin identidad en el clan, dado que en familias numerosas, no se le espera ni tampoco es ya una sorpresa para los padres. Suele ser el observador de la familia y, en muchas ocasiones, viene a reparar bastante. En general, con los colaterales aprendemos a relacionarnos y encontrar para qué somos más útiles. Entre ellos, se crean muchos vínculos afectivos porque se desarrollan a la vez y comparten muchas experiencias por primera vez.

Los abuelos.- Éstos representan la sabiduría del clan. Ellos guardan las experiencias vividas generaciones atrás. Son los que resuelven con mayor rigor y determinación los conflictos en la familia dado que la experiencia los avala. No olvidemos que hablamos siempre en términos biológicos. Los abuelos representan los referentes del clan, pero deben dejar que sus hijos sean independientes con sus respectivas familias y no entrometerse. Cuando lo hacen, nos encontramos con las típicas historias de suegros y suegras. Esto es porque, biológicamente, al querer proteger a sus hijos, se convierten en competidores de los nueros o nueras. Su mayor preocupación es la de asegurar la descendencia, por eso los hombres continúan con deseo sexual hasta que fallecen. Muchos abuelos y abuelas son mejores abuelos que fueron de padres. Esto es señal de que han aprendido y sanado algunos de sus conflictos en la familia.

En general, la familia nos muestra quiénes somos, cómo y porqué hemos sido programados y nos hacen entender los síntomas y conflictos propios. Veámonos con esta mirada compasiva. Entendamos este sistema que llamamos familia y observemos como se relacionan las partes entre sí. Cada uno de los miembros tiene recursos que otros necesitan. Cada uno de ellos, guarda información necesaria para el conjunto. Cada uno, es imprescindible en lo que hace y fundamental para todo el sistema. Sin uno de ellos, el sistema no funcionaría, estaría incompleto. Cada uno repara una información específica y necesita a los demás para conocer sus propias capacidades. Casi siempre, aquel miembro del clan que más nos molesta o nos perturba, es el que guarda nuestra maestría. Saber comprender el miedo de un padre, es saber sanar tu incapacidad para proteger o cuidar. Perdonar las carencias de una madre es aceptar la plenitud y vivir el amor de una forma pura y natural. Comprender las circunstancias de los colaterales es aprender a usar tus recursos y descubrir qué otras formas tienes tú de solucionar el mismo problema.images (81)

En definitiva, en la familia se esconde una información realmente valiosa. El que lo sabe apreciar, inevitablemente alcanzara una verdadera comprensión de aquel mandamiento que rezaba «honrarás a tu padre y a tu madre».

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